La Audiencia Provincial de Cantabria ha impuesto una pena de veintitrés años de prisión a un hombre acusado de agredir sexualmente a sus dos hijas durante varios años, cuando ambas eran menores de edad. La condena se ha dictado después de que, en el inicio de la vista oral, el procesado reconociera los hechos y firmara un acuerdo con las partes, evitando así la celebración completa del juicio.
Los magistrados de la Sección Primera han declarado al hombre autor de dos delitos continuados de agresión sexual a menores de dieciséis años, cometidos mediante violencia e intimidación y aprovechando la relación de parentesco. La sentencia incluye, además, la prohibición de comunicarse o acercarse a las víctimas durante dieciocho y quince años, según cada caso, así como una medida de libertad vigilada durante dos décadas una vez cumpla la pena de prisión.
El tribunal también lo ha inhabilitado durante más de treinta y cuatro años para ejercer cualquier profesión u oficio que implique contacto con menores, y le retira la patria potestad sobre sus hijas durante seis años.
En concepto de responsabilidad civil, el condenado deberá abonar 20.000 euros a su hija mayor y 10.000 a la menor, cantidades fijadas como compensación por los daños morales derivados de los abusos sufridos.
Según el relato recogido en el escrito del Ministerio Fiscal, el hombre mantuvo durante años un comportamiento sexual hacia sus hijas “con ánimo libidinoso” y aprovechándose de la convivencia familiar. En el caso de la mayor, los abusos comenzaron cuando tenía diez años y se prolongaron hasta su mayoría de edad. Durante ese tiempo, el padre le practicó tocamientos e incluso llegó a introducirle los dedos en la vagina. Cuando la menor trataba de resistirse o expresaba su rechazo, el acusado respondía con amenazas y le advertía de que si contaba algo “la mataría”.
La segunda de las víctimas también sufrió tocamientos por parte de su padre entre los diez y los trece años. Los hechos salieron a la luz cuando la madre escuchó a la niña pedirle al acusado que la dejase en paz. A raíz de aquella escena, las menores contaron lo ocurrido y la mujer denunció de inmediato ante las autoridades.
Con el reconocimiento de los delitos y la aceptación de la condena, el hombre evita la celebración de un juicio completo, aunque la sentencia refleja la gravedad de los hechos y la prolongación del daño causado a las menores dentro del propio hogar familiar.














