Investigadores de la Universidad de Cantabria han desvelado una relación insospechada entre los humanos del Paleolítico y los cetáceos en el Golfo de Vizcaya. El estudio, publicado en la prestigiosa revista Nature Communications, documenta por primera vez cómo los cazadores-recolectores aprovechaban los varamientos naturales de ballenas para extraer grasa, barbas y, especialmente, para fabricar herramientas con sus huesos.
El equipo internacional, en el que participan Alexandre Lefebvre, Ana B. Marín-Arroyo y Leire Torres-Iglesias del grupo EvoAdapta de la UC, ha analizado 70 herramientas óseas encontradas en yacimientos cántabros como la cueva del Juyo y Rascaño, además de otros 60 utensilios hallados en el País Vasco. Las técnicas de proteómica e isotopía han identificado restos de ballena azul, gris, rorcual, cachalote y franca, revelando una biodiversidad marina comparable a los actuales ecosistemas árticos.
Un mar en transformación
Durante el último máximo glacial, hace 20.000 años, el nivel del mar estaba 100 metros más bajo que en la actualidad. «El posterior deshielo sumergió las costas que conocían estos grupos humanos, limitando nuestro conocimiento sobre su relación con el medio marino», explica Lefebvre. Hasta ahora, se pensaba que estos pueblos se alimentaban principalmente de ciervos y cabras montesas, pero el hallazgo demuestra que incorporaban sistemáticamente recursos marinos a su dieta y tecnología.
Los análisis confirman que los humanos no cazaban activamente a estos gigantes marinos, sino que aprovechaban los ejemplares que varaban naturalmente en las playas entre hace 20.000 y 14.000 años. Con sus huesos fabricaban instrumentos para tallar y grabar, mientras que la grasa y las barbas se destinaban al consumo y otros usos.