Cada vez más consumidores buscan en los lineales del supermercado y en los mercados locales alimentos que transmitan autenticidad: pan de masa madre, quesos curados en pequeñas explotaciones, embutidos de tradición familiar o aceites de oliva de producción limitada. El problema surge cuando la palabra “artesanal” se convierte en un reclamo publicitario y no refleja la realidad del producto.
En este contexto, entidades como Pueblo Ingenio, especializada en consultoría de artesanía alimentaria, recuerdan que el etiquetado es una de las herramientas más útiles para diferenciar lo genuino de lo industrial.
Claves en la etiqueta
Un primer aspecto a tener en cuenta es la información sobre el productor. Los alimentos artesanales suelen indicar claramente el nombre y dirección de la empresa elaboradora, normalmente de tamaño reducido y con una fuerte vinculación al territorio. Frente a ellos, los productos industrializados suelen pertenecer a grandes marcas o grupos empresariales.
Otro detalle importante es la lista de ingredientes. Cuanto más corta y comprensible, más probable es que el producto sea artesanal. La ausencia de aditivos, conservantes artificiales o potenciadores de sabor es un indicio claro de procesos tradicionales.
Además, conviene fijarse en los sellos de calidad y certificaciones. Aunque no todos los artesanos cuentan con ellos, figuras como las Denominaciones de Origen Protegidas (DOP) o las Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) aportan garantías sobre el origen y los métodos de producción.
Transparencia y trazabilidad
El etiquetado de un producto artesanal suele ofrecer un mayor nivel de detalle sobre su origen. Desde la procedencia de la materia prima hasta las técnicas de elaboración, la transparencia es un valor añadido que diferencia a estos productos en un mercado saturado de mensajes publicitarios.
Desde Pueblo Ingenio subrayan que “un productor artesanal pone en valor su trabajo y lo muestra sin miedo en la etiqueta, porque ahí está la clave de su diferenciación”.
Riesgos del uso indiscriminado de “artesanal”
La falta de regulación estricta en torno al término “artesanal” facilita que algunas empresas lo utilicen como mero reclamo comercial. Esto genera confusión en los consumidores y, en ocasiones, supone un agravio para los pequeños productores que realmente trabajan con procesos manuales y en lotes reducidos.
Aquí entra en juego la importancia de los Proyectos de ecoingeniería, que buscan equilibrar tradición y sostenibilidad, adaptando procesos para que sean respetuosos con el medio ambiente sin perder la esencia artesanal.
Una elección consciente
Reconocer un producto verdaderamente artesanal requiere atención y espíritu crítico. No basta con dejarse llevar por el diseño del envase o el uso de palabras atractivas. Leer la etiqueta, identificar al productor y valorar la composición del alimento son pasos fundamentales para consumir con responsabilidad.
Cada compra es también un apoyo a un modelo de producción. Elegir artesanía alimentaria significa apostar por la economía local, la sostenibilidad y la preservación de oficios tradicionales.