En Suances, el mar siempre ha dictado el ritmo de la vida. Las olas baten contra la costa como un metrónomo inmutable, pero en tierra firme los relojes corren más deprisa, sobre todo cuando se trata de cumplir con la burocracia europea. El municipio se prepara para encarar su proyecto más ambicioso en materia de movilidad y sostenibilidad: un funicular que conecte el corazón urbano con la zona costera, un ascensor inclinado que promete coser en una sola línea recta la cabeza y los pies de la villa marinera.
El Ayuntamiento adjudicará en los próximos días la redacción del proyecto, un contrato valorado en 118.318 euros y para el que el estudio MMIT Arquitectos Santander ha obtenido la mayor puntuación entre las cinco ofertas presentadas. La mesa de contratación, reunida ayer, solo ha pedido una pequeña modificación técnica antes de formalizar la adjudicación definitiva. A partir de ahí, se abrirá el siguiente capítulo: la licitación de las obras, un proceso tan complejo como urgente.
Porque si en contra del mar está siempre el viento, en contra de Suances solo juega un enemigo: el tiempo. Los fondos europeos que costearán la actuación —una inversión de 2,4 millones de euros— exigen que la obra esté ejecutada y certificada antes de agosto de 2026. Nada de retrasos, nada de imprevistos. El alcalde, Andrés Ruiz Moya (PSOE), lo repite casi como un mantra: “Sin prórroga, no llegamos”. Lo dijo de nuevo ayer, con un tono entre resignado y cansado de pronunciar la misma advertencia.
El regidor apunta a lo evidente: en esta carrera contrarreloj, el municipio depende de instancias superiores. “Este tipo de planes requieren del visto bueno de varios organismos que no dependen de nosotros —en referencia a la Administración regional—, lo que dilata mucho los tiempos”. Y lo que vale para Suances, vale también para otros muchos municipios cántabros que lidian con los mismos plazos imposibles de los Planes de Sostenibilidad Turística. Mal de muchos, consuelo de pocos.
Desde el Consistorio ya han elevado consulta al Gobierno de España para solicitar una prórroga que dé oxígeno al calendario. Mientras llega la respuesta, se impone la incertidumbre: de ser negativa, “se perdería mucho dinero y varias obras quedarían descolgadas, no solo en Suances, sino en Cantabria en general”, advirtió Ruiz Moya.
La paradoja es evidente: el funicular aún no tiene proyecto definitivo y, sin embargo, ya se le ha colgado un cronómetro implacable. Cuando la empresa redactora tenga listo el plan, habrá que licitar la construcción, ejecutar las obras y aprobar la certificación final. El cálculo es claro: al menos catorce meses de trabajo continuo desde hoy. Pero las agujas no esperan y el horizonte de 2026 se acerca como una marea que sube sin remedio.
Una obra para coser la villa
El proyecto busca unir el mirador de Quinta del Amo con la zona de aparcamiento próxima al barrio de La Rivera, mediante un ascensor inclinado con una parada en cada extremo. Para completar la intervención se levantarán tres pasos inferiores enterrados, con el objetivo de agilizar el tráfico y liberar espacio para nuevas plazas de aparcamiento. En palabras del Consistorio, se trata de “hacer de Suances un municipio más sostenible y transitable”, en sintonía con la filosofía que inspira los planes turísticos repartidos por toda Cantabria.
No será, en cualquier caso, una obra cualquiera. El despacho que previsiblemente redactará el proyecto tiene experiencia en levantar hitos: desde el campo de fútbol del Malecón en Torrelavega hasta el edificio consistorial de Meruelo, pasando por el centro de salud de Noja o la ampliación del hospital de Sierrallana. En su currículo se adivina una apuesta segura, aunque en Suances la duda no es de calidad, sino de calendario.
Porque, al final, la villa que vive al ritmo lento del mar se enfrenta a una carrera contra el reloj más rápida que ninguna marea. Y en ese pulso, lo que está en juego no es solo un funicular, sino también la oportunidad de redibujar la movilidad de todo un municipio y no dejar escapar, con la misma facilidad con la que se pierde la espuma de una ola, millones de euros de inversión europea.