Carlos Javier González Serrano, profesor de Filosofía y Psicología, orientador escolar y escritor, combina su labor educativa con la difusión cultural en medios: dirige el podcast A la luz del pensar en RNE, participa en la sección El lugar que piensa en Para todos La 2 de TVE y coordina el Café Observatorio Social en la Fundación La Caixa. Durante su intervención en los Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria (UC), en un monográfico organizado por Carmen Sarabia y David Lantarón, reflexionó sobre educación, tecnología y el desarrollo de la imaginación.
Para González Serrano, escribir a mano y en ordenador no es lo mismo: la escritura manual conecta cuerpo y mente, dejando huellas visibles de nuestro proceso, mientras que la digital tiende a separar acción y pensamiento. “La escritura nos enfrenta a nuestra finitud, y esa conciencia es fundamental para buscar sentido”, afirma.
Sobre el uso de ordenadores en la escuela, advierte: “No se trata de tecnología sí o no, sino de qué proyecto educativo queremos y qué tipo de alumnado deseamos formar. La máquina no puede decidir por nosotros; primero hay que saber preguntar y luego, si cabe, buscar respuestas”. Propone un uso medido de la tecnología, por ejemplo, una hora a la semana, para desarrollar la creatividad y la imaginación sin depender de herramientas digitales.
La lectura compartida en clase, insiste, es clave para formar criterio propio: “Estar con los alumnos ante un texto permite que surja la reflexión y la creación de juicio personal”. Además, anima a que las familias fomenten la imaginación desde casa con juegos, cuentos e historias que amplíen los horizontes de los niños.
Para González Serrano, la biblioteca sigue siendo un espacio esencial de silencio y concentración: “Es un lugar que arremolina a partir de la palabra. Te permite parar, recapacitar y reparar, casi terapéuticamente”.
Finalmente, advierte sobre la tecnología: “No es neutral. Depende de cómo la uses y limita las posibilidades del existir humano. No reemplaza la experiencia directa, ni el contacto, ni la emoción. Por eso, su utilización debe ser consciente y reflexiva”.













