Los Jardines de Pereda se convirtieron este miércoles en el escenario de un insólito concierto que unió música, naturaleza y reflexión. Bajo la dirección del artista Eugenio Ampudia, la actividad cerró el curso de verano organizado por la Universidad de Cantabria y el Centro Botín, proponiendo una mirada diferente sobre la relación entre humanos y plantas.
Durante el recital, que se desarrolló entre las 13:30 y las 14:00 horas, los asistentes pudieron disfrutar gratuitamente de piezas barrocas interpretadas por estudiantes del Conservatorio Jesús de Monasterio, mientras compartían el espacio con sus propias plantas, en un gesto simbólico que buscaba generar vínculos de empatía con otros seres vivos.
Ampudia defendió que este tipo de acciones pueden ayudarnos a replantear el lugar que ocupamos en el ecosistema. “Las plantas tienen un ritmo diferente al nuestro. Se mueven, viven y se comunican, pero en otro tiempo. Tal vez deberíamos empezar a respetar ese tempo ajeno al nuestro”, comentó el artista.
El director del concierto también recordó que existen estudios universitarios que han explorado la sensibilidad de las plantas a la música. “Sabemos que, por ejemplo, reaccionan mejor a la música clásica que a otros géneros más agresivos. Es una relación sutil pero real, que puede enseñarnos a conectar con el resto de las especies desde otro lugar”, señaló.
Durante la actividad, algunos participantes no dudaron en bailar con sus plantas, trasladando esa relación a un plano más visible y emocional. “Poner a una planta en el centro de la atención familiar puede hacer que los humanos empiecen a verla de otro modo, como un ser con el que relacionarse”, apuntó Ampudia, quien abogó por superar la visión antropocéntrica dominante y explorar nuevos modelos de convivencia interespecies.
Un curso que une arte y naturaleza
La propuesta formó parte del programa formativo Actividades artísticas en la naturaleza para potenciar la creatividad, un curso intensivo dirigido por Marina Pascual, responsable de programas del Centro Botín, junto con la consultora e investigadora Belinda Heys. Durante tres jornadas, los participantes exploraron el papel del arte como puente entre el ser humano y el entorno natural.
“Trabajamos con arcilla botánica, hicimos ejercicios en la playa de Los Peligros para conocer el concepto de biomimética, y comenzamos las sesiones con meditaciones sonoras utilizando caracolas y didyeridús para escuchar el paisaje”, explicó Pascual.
El curso permitió analizar diversos proyectos que integran la naturaleza en ámbitos como la salud, la creatividad o la inteligencia emocional. La experiencia concluyó con el recital en los Jardines de Pereda, una propuesta artística cargada de simbolismo que, según sus impulsores, pretende despertar una nueva conciencia sobre la convivencia con otras formas de vida.