Al menos 95 personas han fallecido tras la tormenta de gota fría más devastadora del último siglo en España. De ellas, 92 perecieron en Valencia, una en Málaga y dos en Castilla-La Mancha, aunque se teme que el balance de víctimas pueda aumentar debido a la cantidad de personas desaparecidas. Este miércoles, las labores de rescate se reanudan con la participación de más de mil efectivos de la Unidad Militar de Emergencias, así como numerosos agentes de la Guardia Civil, bomberos y policía. La previsión de fuertes lluvias para hoy amenaza especialmente dos áreas: el noreste (con avisos naranjas en el norte de Castellón y el sur de Tarragona) y el suroeste (con alertas amarillas en Cádiz, Huelva, Sevilla y toda Extremadura). Miles de personas siguen sin electricidad en sus hogares, y los daños materiales son incalculables. Además, las carreteras continúan bloqueadas en Valencia, donde miles de vehículos fueron arrastrados por el agua, y se ha suspendido el servicio de trenes de alta velocidad entre Madrid y la Comunidad Valenciana y en el corredor mediterráneo hacia Barcelona.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha declarado tres días de luto oficial y ha confirmado la declaración de zona «altamente afectada». Hoy visitará el centro de coordinación de emergencias en Valencia, a pocos kilómetros de Paiporta, la localidad más afectada con 40 fallecidos. «Desafortunadamente, siguen apareciendo cuerpos», afirmaron los servicios de emergencia. Esta DANA ha dejado una estela de destrucción en el este peninsular, con al menos 95 muertos en total en las áreas más afectadas: Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Andalucía, según el último informe oficial. Los portavoces del Ministerio del Interior recalcaron que la cifra es provisional debido a la lista de desaparecidos.
En la provincia de Valencia, la más afectada junto a zonas de Albacete, Málaga y Almería, los equipos de emergencia han realizado 70 evacuaciones aéreas y 200 rescates terrestres, logrando evacuar a las personas en tejados y puntos visibles desde el aire. Aunque aún pueden surgir nuevos rescates, las autoridades confían en restaurar la normalidad en las infraestructuras «lo antes posible». En la madrugada, los destrozos eran visibles: barrancos desbordados, calles inundadas, viviendas destruidas y vehículos apilados. Los daños materiales se calculan en millones, y se espera que la recuperación sea lenta. Según el rey Felipe VI, «lo primordial es brindar apoyo a los afectados».
Los primeros efectivos de la UME llegaron el martes por la tarde a zonas de Cuenca, Albacete y localidades de La Huerta en Valencia, enfrentándose a ríos de barro y escombros. Más tarde se unieron unidades de los batallones de Sevilla, Madrid, Zaragoza y León, con un millar de militares dedicados a las operaciones de rescate en las áreas más afectadas. En las carreteras, agentes de la Guardia Civil trabajaron sin descanso para rescatar a las 1.200 personas atrapadas en diferentes puntos de las autopistas A-3 y A-7 debido a accidentes y cortes por las condiciones adversas.
Los operativos de rescate cuentan con helicópteros y drones con cámaras térmicas, y en zonas inundadas, los equipos recorren calles con lanchas neumáticas. A la población se le pide que permanezca en sus hogares a la espera de ser rescatada.
El presidente Pedro Sánchez, en una declaración desde la Moncloa, afirmó que el Gobierno movilizará todos los recursos necesarios para la recuperación y que se coordinarán todas las ayudas estatales y europeas, mientras que las regiones afectadas han declarado tres días de luto. En varias áreas de Valencia, como Chiva y Alcudia, se registraron lluvias de hasta 491 litros por metro cuadrado, una cifra equivalente a casi un año de precipitaciones en menos de ocho horas. La alerta meteorológica, emitida el martes por la Aemet, no alcanzó a la ciudadanía hasta las 20:11, cuando la situación ya era crítica. El presidente valenciano Carlos Mazón defendió el sistema de alertas, destacando que el protocolo fue activado conforme a los procedimientos establecidos.
Este desastre natural ya se perfila como el más grave de las últimas décadas, superando eventos como las riadas de Biescas (1996) y del Turia (1957).











